Hace algunos días mi pequeño niño de siete años empezó a sangrar por la nariz e incluso en la noche duerme y amanece lleno de sangre. Lo llevé al otorrino quien de inmediato indicó varios análisis y un rayos x de la parte frontal de la nariz y la frente. Me dirigí al policlínico Mario Gutiérrez en Holguín y por una excusa u otra los análisis no se podrían hacer con la urgencia necesaria. En rayos x me dijeron que fuera a ver a la directora Nancy Tamayo Rodríguez o al vicedirector.
El que llegó como a las nueve de la mañana fue el vicedirector, el Dr. Rubén Merino Rodríguez, quien cuando entró se abrazó de una doctora que estaba esperándolo y empezaron a hablar de la experiencia de ella en Guyana. La doctora dijo que ella quería reenganchar la misión por seis meses más y que posiblemente no regresaría al país. Cuando una hora después veo que se dispone a salir de la oficina, lo llamo y le pido disculpas. “Mire discúlpeme yo necesito que Ud. me autorice la plaquita del niño o me atienda un momentico, el niño está en ayunas desde las 7 de la mañana estamos aquí por unos análisis que urgen.
Me contestó muy groseramente: que él no tenía tiempo para atenderme en ese momento, que yo debía esperar puesto que él tenía un plan de trabajo, que estaba organizando los consultorios médicos de la familia y yo no estaba dentro de su plan de trabajo. Yo le contesté que era muy inhumano y muy cruel porque la placa no era para mí, era para un niño que la necesita en ese momento y que él no estaba realizando ningún trabajo, que lo que estaba era para el chisme de la misión y que si él pudiera salir con la misión él también se quedaba. Que para ellos los pacientes aquí en Cuba eran unos animales, que ellos en otros países trataban a los pacientes con mucho amor, caminaban lomas, cruzaban selvas y ríos. Me respondió que tenía que seguir esperándolo hasta que él pudiera atenderme.
De allí me dirigí hasta el Ministerio Salud Pública municipal donde fui atendida por el doctor Richard Gary Hernández, quien coordinó inmediatamente por teléfono la plaquita del niño en un policlínico y tomó la queja por escrito y me dio un término de treinta días para darle solución al problema. Yo le dije que no me iba a quedar de brazos cruzados, y quería una respuesta favorable y esperaba que con ese señor tomaran medidas porque era inhumano tratar a un niño de esa manera, era ser cruel.
Por Zuleidys Lisbeth Pérez Velázquez, presidenta nacional del CID
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